martes, febrero 26, 2013

Frío Invierno

Este año no llegó la primavera;
las flores salieron por mera costumbre,
la siembra en los campos, un trámite;
los animales sólo aparearon por no extinguirse
y el calor que se siente es mera contaminación.

¿cómo sé esto? fácil, cariño, verás:
este año las flores no me hablaron,
no me contaron de sus celos ante ti;
el viento no me trajo las noticias acostumbradas,
este año sólo azotó mi ventana;
la luna no dibujó tu rostro en ella
por saber que no me amas,
este año los animales dejaron de charlar,
sólo están, existen sin propósito,
sin esa alegría que tenían al verte a mi lado,
y las estrellas y el sol simplemente se incendiaron.

Este año, y los que vengan, no tendrán primaveras,
sólo largos inviernos mientras yo no sea tu estación.

Plata

Inventario en prosa

Recuerdo cada instante de nuestra felicidad.

La primera vez que bailamos cuando nos conocimos,
las veces que nos topamos en la calle y con tu sonrisa me hacías desear salir contigo;
la primera salida, tomándonos de la mano sin saber por qué,
abrazándome como si fuera natural para ambos estar así -sería el vino
o el corazón, qué más da, eso fue amor-;
las primeras pláticas, mis nervios,
mis besos en tu mejilla y tu rostro que nunca se apartó de ellos;
el dolor de perder a un amigo el mismo día que me pidieras no vernos más...

El arranque de locura que marcaría el resto del camino:
la serenata, las flores, mis amigos cantando y tú temblando
y yo, nervioso hasta los huesos, tratando de encontrar el beso para robar;
afuera de tu escuela de inglés, esperando que salieras,
y esa hora sentados en el auto con las manos entrelazadas,
nuestras narices juntándose, nuestros nervios calmándose,
y nuestros labios recorriendo en cámara lenta su camino para encontrarse,
ese universo creándose entre nuestros labios
y la sonrisa que emanó de ti al terminar nuestro primer beso...

La primera vez que me presentaste con tu familia, a pocos días de conocernos,
como si supieras que me querías ahí.

La primera vez que nos tocamos con pasión,
mis manos recorriendo nerviosas tu cuerpo,
ambos quitándonos la ropa, acariciándonos con recelo,
mis labios recorriendo tu piel hasta encontrar tu sexo
y un orgasmo para ti ahí, en la sala, para luego tomarme
y llevarme al cuarto, donde los nervios me traicionaron
y donde tú me tranquilizaste, me abrazaste y dormitamos...
la segunda ocasión, cuando me dijiste "esta noche soy tuya"
y nos hicimos el amor, y te entregaste con pasión,
y te metiste por completo a mi corazón;
la tercera -vez primera en un hotel-
nos volvimos a entregar al amor que nacía,
(tres orgasmos para ti, no puedo evitar presumir)
y entre la pasión no aguantamos, me quisiste sentir entero
y olvidamos formalismos para sentirnos por completo...

...las salidas, las noches en que te veía, la víspera de navidad,
mis nervios al llevarte tu obsequio a tu trabajo,
tu mano calmándome y tu mirada
mostrándome el gusto que te daba verme,
tu mensaje agradeciéndome, tu grata sorpresa
al ver mi atrevimiento de regalarte ropa íntima...
y luego tu cumpleaños, llegando a media noche
y ser el primero en felicitarte con mariachi y rosas,
las horas que pasamos ahí, en la noche,
y las estrellas fugaces que viste cuando me abrazabas...

Noches de pasión y coqueteo fuera de tu casa -y una que otra dentro-
el dolor de escucharte decir que te alejabas,
la sorpresa al ver que aún me buscabas,
y la felicidad plena que me diste cuando me pediste que fuera a tu casa
y ahí, en tu cuarto, me dijiste que me amabas,
para luego entregarnos al deseo que siempre ha habitado en nuestra relación
-incluso ahora, lejos de mí, esa pasión continúa, aunque la escondas, entre los dos-

las noches que salimos, los días que nos vimos,
puedo describirlos con lujo de detalle.

Y luego se acercó el día que se cumple un año de comenzar a vernos,
y la serenata que emprendí de nuevo para sacarte sonrisas y nervios;
y los besos al candor de la luna,
y la noche en que te saqué vendada, sin poder ver
el concierto al que te llevé, y la canción que te dediqué,
y la entrega con pasión que volvimos a tener,
y las horas que quedamos dormidos, entrelazando nuestros cuerpos...

Y saberme tuyo, y que supieras que soy tuyo, y que te encantara que sea tuyo...

Y luego mi cumpleaños, tus regalos, tus sorpresas, tu amor...

y luego, me alejaste otra vez,
por malos entendidos sufrimos,
y mi miedo aún latente
de saber que ahí te perdí,
que ya no querrías amarme,
que -por miedo o yo qué sé-
no te atreverías a darme una oportunidad...

Luego la peor serenata que haya podido dar,
seguida de un mes de silencio entre los dos
para luego, perseverante por este amor,
volver a intentar... y llegó de nuevo la víspera de navidad.

Año nuevo con tu familia,
contigo tan hermosa y sensual,
y luego a celebrar con los cuates,
risas, buenos ratos y una frase:
"te voy a enamorar más"...
...y luego someternos a la pasión,
la misma pasión desde un inicio,
pero nueva cada vez, renovada...

Y seguir viéndonos, cada momento posible,
y seguir escribiéndote cosas bonitas para que sonrías,
para que te sientas amada, deseada,
admirada y apoyada...

Y reiterarnos la pasión, el deseo que nos tenemos,
ahí en tu sala, allí en tu pórtico,
allí en tu habitación y en la mía,
allí en el hotel, allí en un callejón,
allí en el auto, allí en cada rincón de nuestro ser...

Luego, tu cumpleaños otra vez,
y mi amor reiterado, y mi perseverancia demostrada
y nuestros rostros personificados en plastilina,
amándonos en pequeño, amándonos en grande,
amándonos en reggae, amándonos como Dios manda...

Y luego me sacaste de tu vida...
... y luego hice un inventario corto de cada detalle que tuvimos,
un inventario de nuestro amor (celos incluidos, pues ¿quién cela si no ama?)
y me quedé preguntándome por qué no me diste una oportunidad;
y me quedé respondiéndome "porque no la merezco";
y me quedo deseando que algún día me busques,
que algún día me la quieras dar.


Plata.


P.D. si lo inventariado no es amor, no sé qué es entonces...

sábado, noviembre 17, 2012

Certezas inconclusas

Podría jurar que no me amas, pero temo equivocarme;
son detalles, ínfimos gestos, los que te delatan y juegan a enamorarme:
una mirada cálida acariciando mi pupila,
una sórdida mano disimulando no buscar la mía,
una casual necesidad de contarme tu día.
Podría -claro- asegurar que no me amas, tan certero como errante,
y sortear tu ausencia con mil y un frases excusándote,
pero siempre vendrían a mí pequeños ápices de realidad dudosa
volando como frenéticas palomillas hacia el foco de luz
en el oscuro campo de mi soledad:
y es que podría aseverar que no me amas,
pero siempre queda una idea, una noble acción tuya,
un gesto de buena voluntad que pone a mi juicio en duda:
las llamadas, los mensajes tiernos sin costo,
la introducción con tu familia -y con la mía-
las invitaciones a reuniones de carácter parental,
las caricias pasionales y la soberbia entrega carnal
en las noches de tertulias idílicas de sudor y saliva
donde un "te amo" se escapó de entre las sábanas
y por tus labios comenzó a danzar,
los recados en el parabrisas,
la lencería frecuentando nuestros encuentros...
Podría tener la certeza de que no me amas, pero incluso en eso puedo fallar,
porque son detalles, ínfimos gestos que te delatan,
que me cuentan que me viste en tu futuro,
pero no me terminaron de contar...


Plata.


Es claro que me querías en tu vida para siempre, a menos -por supuesto- que sólo lo hayas hecho sin pensar. Incluso -como soy- seguiré pintándome en tu vida, aunque sea en soledad.

miércoles, noviembre 07, 2012

A saber:

Las tierras que me reciben en su ceno estos días son tan cálidas como tu cuerpo; 
aquí los lugareños duermen en complejos telares que evocan la tranquilidad de tus brazos. 
Me parecen años estos días lejos de ti, y hasta la naturaleza se divierte con mi mente,
exhausta de esta soledad que me aqueja por tu partir.
A saber que no estoy loco, son las nubes que me juegan una broma pesada
cuando dibujan tu rostro por breves instantes en el cielo, para luego evaporar mi esperanza;
aquí los lugareños aciertan sus miradas al suspiro despojado de entre las figuras del mar
que me dibujan tu cuerpo para atraerme a su profundidad. 
Los insectos por aquí resultan salvajes y peligrosos; los animales, aunque hermosos,
se comportan indiferentes a mis pesares, sólo me observan dibujarte entre las sombras
de esta selva repleta de hermosura que se me antoja vacía ante tu ausencia.
A saber pues, que la brisa de estas tierras bañadas en mar engañan mis sentidos 
trayendo a ratos el ligero aroma de tu ser;
y la arena, desdeñosa y embustera, trata de confundirse con lo suave de tu piel;
que las conchas de estas playas me recuerdan tu sonrisa cuando reflejan el amanecer
y a todas horas, con toda prisa, estas tierras tan hermosas
sólo juegan con mi mente para hacerme enloquecer.

A saber que te extraño, como un marino extraña a su mujer.

martes, octubre 30, 2012

Los Hijos de Soléfiro

En Soléfiro, pequeño condado de Partita con apenas mil novecientos ochenta y tres habitantes, hace ya tiempo tenían como costumbre y uso frecuente las serenatas. Casi para cualquier ocasión acudían a este acto -para ellos solemne- donde, con una serie de protocolos imprescindibles, llevaban a buen fin las celebraciones más importantes de sus vidas como: nacimientos, cumpleaños, compromisos, firmas de contratos, días de la madre, del padre, del niño, navidad, incluso los escribas de aquel pueblo mágico tienen registros de uno que otro niño prodigio, el cual a sus dos años ya buscaban en las esquinas de la Alameda algún mariachi para llevar gallo a su tía por haber aparecido de la nada cuando la tía jugaba a "On ta bebé". Los Soléfiros además, por un extraño efecto climático, sólo podían enamorarse perdidamente una vez en su vida, y esa mujer sería a la que le dedicaran sus cantos; este fenómeno generó aún mayor arraigo en la cultura popular de "dar gallo", y con el tiempo fue tomando formalismos específicos para el casi ceremonial amoroso, incomprensibles a la vista de los turistas que llegaban a la ciudad. Por ejemplo, antes de proceder a la serenata el enamorado debía vestir sus mejores harapos, congregar a sus amigos de confianza sin revelarles el motivo de la junta, colocar una serie de bebidas aguardientosas y fermentados que compartía con solícita alegría; una vez a tono les revelaba sus intenciones, procedían a un regocijo y escándalo semejante a las guerras de cuartilla, procedían a hacerse de músicos, parábanse frente a la ventana que recibiría las melodías y comenzaban a entonar con idilio y soltura -aunque nada entonados- las estrofas y los cánticos hasta que la musa en cuestión, balde de agua en mano, salía a apreciar el tumulto; la susodicha, presta a entablar una danza con la cubeta en dirección al tumulto, analizaba primero quién era aquel caballero que la pretendía con prístina lujuria y, si se daba el caso de aceptación, ensalzaba a aquel buen mozo con un certero cubetazo de agua. De no haber sido agraciado con el rocío de su amor el agua debía verterse en la coladera más cercana, en claro simbolismo dando preferencia a las ratas de la cloaca que al "hombresillo ese que se cree de fina estampa para pretender". Era de conocimiento común que el Solefitense sólo vería su amor bien correspondido en sus tierras, ya que estos singulares pobladores cuentan con modos y formas de ser propios de su tierra que, sin embargo, en suelo ajeno resultaban intolerantes o indignos de amar. 
Había una gran variedad de conjuntos, Mariachis, Tríos, Cuartetos de cuerdas, Sinfónicas de Cámara, conjuntos de Trompetas; y las serenatas las habían de todo tipo: Rancheras, Norteñas, Fara Fara, Operetas, Clásicas, Boleros, Tangos, Milongas, Sonatas, incluso un poeta se hizo famoso tiempo atrás por haberse dedicado a dar serenatas recitadas: Don Incluso Buendía, prolífero poeta, dramaturgo y bohemio que durante muchos años se posaba en el pórtico de la susodicha, y procedía a recitar fervientemente sus prosas y sus versos en pos a aquella dama; Don Incluso prometía ser una figura nacional no sólo por su portentosa calidad y su maravillosa dicción, sino por su exuberante vestimenta y su capacidad de tener siempre la palabra precisa para acertar, hasta que un día un camión repartidor de leche no observó que Don Incluso, de regreso de otra exitosa noche de prosas bien entonadas afuera de su enamorada, tambaleaba gracias a las bebidas espirituosas que tuvo a bien ingerir después del éxito rotundo de la noche, por lo que terminó de frente al camión, recitando un poema que nunca alcanzó el papel. 
Debido a este auge que floreció por aquellas épocas, la profesión primordial en esta localidad era la de músico debido a la enorme demanda que esta noble profesión presentaba; cada vez más Solefitenses aprendían a tocar algún instrumento, por lo que los músicos, además de practicar su oficio, comenzaron a ocuparse de maestros, esto generó más demanda ya que el dar clases les absorbía mucho tiempo, efecto social que culminó con la fundación de la Honorable Universidad de Música Contemporanea, en donde no sólo se contemplaban las clases para aprender a dominar más de 20 instrumentos distintos, sino que también les iniciaban en las artes de elegir un correcto repertorio dependiendo de la ocasión en la que sus servicios serían requeridos una vez graduados.
Durante poco más de una década la demanda de músicos en el condado fue aprovechada y el pueblo creció en prosperidad, pero después de haberse graduado la décimo segunda generación de la Universidad, los músicos comenzaban a proliferar más de lo que parecían ser requeridos. Esto no preocupó a la Alcaldía ya que concluyeron -de manera absurda- que el efecto se debía a que los miembros de un mariachi, trío o agrupación musical cuando necesitaban dar una serenata en lugar de contratar a otra agrupación lo hacían como favor personal. Ante esta inocua idea el Alcalde proclamó la ley anti favores, la cual determinaba que bajo ninguna circunstancia el músico podía ocupar su propia agrupación para eventos personales, incluso si se ofreciera a pagar el servicio esta práctica quedaba prohibida. Y así el negocio comenzó a fluir ligeramente mejor, pero no por mucho.
Dos años antes, la nación entera había atravesado por una crisis financiera, mermando directamente en los negocios pequeños. En Soléfiro también se sintió esta crisis, la cual no pegó tanto debido a que la profesión predominante era la de músico y estos continuaban siendo requeridos en portentosas cantidades. Sin embargo, esto generó que muchos profesionistas y dueños de negocios se vieran obligados a buscar alternativas en el ámbito de la bohemia subcontratada. Don Pepe, boticario durante 25 años, tuvo que emplear a su esposa para atender su pequeña botica que iba decayendo, y de ese modo tener las tardes libres para, con su bandoleón, ofrecer sus servicios para serenatas estilo Italiano. Doña Josefina, recién enviudada, con dos hijos y con una tiendita de regalos y souvenirs que estaba apunto de quebrar, optó por ofrecer profundas melodías de operetas y sinfonías con su ya no tan melodiosa voz. Incluso el Señor Martín Cásares, primogénito y único heredero de la fortuna Cásares, se vio en problemas cuando el negocio familiar, una tienda de autos, motos y bicicletas, comenzó a decaer tras la crisis, orillado entonces a tocar ritmos reggae en su improvisada batería, echa de rines de automóbiles y pedacería de motocicletas. 
Pasaron cuatro años más y cada vez la profesión de músico tenía menos demanda y más oferta, lo que generó que muchos músicos comenzaran a bajar sus precios, cosa que molestó al Gremio Musical de Melodías Bien Entonadas del Sinfónico Pueblo de Soléfiro. Pronto comenzó a hacerse un disgusto general que fue invadiendo las calles y los recovecos del pueblo. El descontento fue tanto que se convocó a una asamblea general para que todo el pueblo encontrara la solución. El debate duró días, hasta que el Doctor González, erudito del pueblo y la persona de mayor edad con 93 años alzó la voz y dijo: "Yo no entiendo tanto alboroto, en mis tiempos cada quien nos dedicábamos a algo distinto, de ese modo no había competencia y siempre había demanda, el músico del pueblo era Don Timoteo y sólo él era el autorizado para ejercer esa profesión"... tras un silencio sepulcral los quinientos cuarenta y siete músicos del Gremio, coreados por los cuatrocientos quince maestros y estudiantes de la Universidad comenzaron a gritar descontentos. El baruyo fue tan azotador que el alcalde tuvo que suspender la sesión ese día. 
Llegaron al día siguiente a la asamblea todo el pueblo y, para sorpresa de muchos, una noche antes el alcalde, ya cansado por tanto alegar sin llegar a una óptima conclusión, enarboló la que a partir de ese día la ley vigente en el pueblo: un complejo tratado que le llevó toda la noche redactar meticulosamente de modo que todos -o casi todos, quedaran sino satisfechos por lo menos provistos de un modo seguro de subsistir. La nueva ley consistía en tres apartados: El primer apartado decretaba la estricta prohibición de llevar a cabo serenatas, gallos y cualquier otra demostración de amor dentro del pueblo y hasta 50 kilómetros a la redonda. El segundo decreto instauraba a todos y cada uno de los ciudadanos distintas labores para el pueblo, de modo que la oferta quedara siempre menor a la demanda de cada oficio y servicio. La tercera y última, pensada para los músicos, maestros y alumnos de la Universidad, se dividía en dos fases: la primera oficializaba el cambio de la institución a los límites del condado, de modo que todo aquel que quisiera aún dedicarse a la música podría estudiarlo fuera del condado, con la condición de que jamás regresara al pueblo, a no ser para visitar a sus habitantes. La segunda parte consistía en un acuerdo con el Gobierno de la Nación para exportar a los músicos de Soléfiro, los cuales debido a la proliferación de años anteriores habían adquirido la reputación de excelentes músicos. 
Así fue como el otrora sonoro y mágico pueblo de Soléfiro recuperó, después de cien años, la serenidad, silencio en las calles y la prosperidad económica, aunque aun costo alto ya que, a partir de ese momento, los hijos de aquellas tierras que siguieran el llamado de las ninfas de la música -otrora profesión de orgullo y júbilo-, partirían a rumbos inhóspitos, condenados a jamás ver su amor correspondido siempre que se entregaran a la profesión que a partir de esos días se convirtió en una sinfónica maldición. 

viernes, octubre 26, 2012

Negaciones

Esto no es una declaración de amor.
No son versos perniciosos, pendencieros,
destinados a enarbolar los minutos punitivos
del infierno de este cuarto lleno de recuerdos,
vacío por lo demás.

No son mares impresos
ni valquirias acechando tu recuerdo;
no son un manual para comprender tus gestos
ni un instructivo para descifrar
las escaramuzas que viven en tu piel,
o los encantos que guarda tu cuerpo.

Estos versos serpenteando
no son una declaración de amor,
que quede claro;
no harán cuenta del erotismo
que en noches de lujuria pululan
al sentir el recuerdo de tus senos,
de tus muslos, tus nalgas o tu sexo
que en mis manos y en mi miembro
quedaron impresos.

Para nada será escrutinio
de cada momento a tu lado
ni un cúmulo de metáforas encarnadas
agazapando esos instantes;
no será un diccionario de tus miradas
y tus caricias
o un mamotreto de las tardes
y las noches
que vivimos entregados
a la fantasía de ser pareja.

No será tampoco -como es de esperarse-
una melodiosa odisea
donde ambos, protagonistas,
surcamos universos paralelos
donde todas -o casi todas-
las versiones de nosotros
se entregaron a este amor
que hoy y aquí no germina...
...nos empecinamos en negar.

No. Esto no es una declaración de amor;
no son rosas o serenatas,
no son citas románticas ni minuciosos detalles,
no es lencería ni joyería a la medida,
no son conciertos, mucho menos viajes;
esos ya fueron, ya se hicieron.

Estas lineas son un tratado de locura,
un canto sin esperanza
-tango, no milonga-,
un aniversario luctuoso,
un ceremonial olvidado,
una noche de luna llena ignorada,
tres estrellas fugaces extraviadas,
señales del universo menospreciadas,
mensajes de Dios tomados con escepticismo,
un dildo sin baterías incluidas.

Así que puede ser un capricho,
un gusto propio,
una imperiosa necesidad del corazón,
un nudo en la garganta,
mariposas armando una revolución...

...pero no, todo menos otra flagrante,
incipiente, onerosa, sempiterna,
recalcitrante y epistolar
declaración de amor.


Plata.

martes, octubre 23, 2012

Así me gustas, así te quiero.

Eres un eterno enigma
en el prado de un recuerdo;
en silencio siento que tus pensamientos vuelan
y sin embargo, por momentos, 
me toman de la mano y me elevan con ellos.
por eso me gustas, por eso te quiero.

Indecisa, con dudas y certezas
incluso buscas en mí una respuesta
y así me gustas, callada, 
serena y reservada,
nunca atino a saber si en mí piensas
o en los mil y un problemas;
y así te quiero.

Las tragedias te han tocado
y sin reparo enfrentaste las quimeras,
diste mucho más de lo que recibiste
y ni un día te quejas;
es eso lo que me gusta de ti,
entregada y valiente, 
y eso me hace amarte más.

Te guardas el mundo que cargas
en tus hombros de porcelana arena,
nadie puede -o a nadie dejas-
cargar tus dilemas
y así te quiero, así me gustas,
así procuro estar para ti.

Aún hoy, cuando la calma te encuentra
y el tiempo por fin es tuyo,
aún hoy, que la vida te concede
el amor que te mereces;
aún hoy que aparecí en tu vida
determinado a sacarte sonrisas,
no te permites ser feliz
por los lastres de la costumbre,
y con más razón te quiero, 
y más y más me gustas.

Eres joven, eres fuerte
y creciste cerrando tu corazón,
y así me gustas.
Eres producto de suspiros
en cada hombre que contigo cruza
y así te quiero. 

Tienes miedo, aunque lo escondes,
no buscas dañar a nadie, 
y así me gustas;
me alejas, renuncias a mí, a lo nuestro,
sabiendo que puede ser eterno,
y así te quiero.

Ya encontrarás mañana a uno -o muchos-
que te hagan sentir
lo que algún momento te di,
yo pasaré a tu olvido
y aún así me gustarás;
ya otros brazos te darán el cariño
que en mí no quisiste
y aunque triste y solitario
me quedaré feliz, 
porque así -feliz- te quiero.


Plata.

lunes, octubre 22, 2012

La obviedad de un sentimiento

No son las mil trescientas noventa y siete cosas que en ti me gustan
las que provocan sollozos lamentos por tu ausencia...

No es tu mirada profunda y misteriosa de medio oriente
que encierra mil y una noches de laberintos llenos de historias...

No tu voz dulce acentuando mi locura en una palabra,
escondiendo entre lineas un "te amo" que a todas luces brota, emana...

No tus mensajes inesperados, buscando un pretexto,
fingiendo no ser presa de pasiones, mientras te sabes deseada...

No son esas manos que tanto aferramos al caminar
y que estremecían su paso erótico por mí, haciéndome suyo...

No esos labios que me poseyeron, impregnando su sabor,
ni esa lengua bifurcando su camino cual serpiente en su hogar...

No esos brazos buscando en mí un hogar,
tampoco esa sonrisa flagrante iluminando mi vida...

No esos senos que tanto tiempo exploré ávido,
ni esas suaves caderas que despiertan mi lujuria...

No esa cintura, no ese vientre exquisito,
ni ese ombligo cuna del hombre que en mí nació...

No ese tatuaje  en eme, que seduce a los míos,
tampoco esa espalda, caída libre para mis aventuras...

No esos muslos carnosos, no esas nalgas redondas
ni esas piernas suculentas, causa de mi erección...

No ese sexo caliente, húmedo y suculento,
no ese clítoris con el que mi lengua tanto danzó...

No esa respuesta de tu cuerpo al penetrarlo,
seguido de un gemido de éxtasis...

No ese sueño reconfortante en el que nos sumergimos
producto del calor de este amor, que nos perdía en mi lecho...

No esa paz que nuestra compañía producía en los dos,
tampoco las aventuras que nuestro amor despertó...

No son las mil quinientas setenta y nueve cosas que en ti adoro,
ni el hecho de que cada vez que las cuento
resulta que creció el número de maravillas que en ti encuentro,
que crecen y se expanden como el universo...

... no es eso, aunque adoro cada cosa;
es mas bien, que me resulta obvio querer estar contigo;
es simplemente que me resulta absurdo vivir sin ti.


Plata.