corre, que vamos tarde!! a paso velóz entre los carros que abarrotan unas calles que me parecen ajenas, mientras esquivo a personas corriendo, personas en bicicletas, chocando con los retrovisores y dejando caer el ladrillo que llevo conmigo, retrocedo a buscarlo rapidamente y me vuelvo a repetir "apresurate carajo!! que vamos tarde!".
Aún no logro desifrar mi destino, para ser sincero ni si quiera recuerdo cómo llegué aquí; no sé quién soy, mi pasado está perdido entre el barullo de la multitud que corre, igual que yo, hacia el mismo rumbo, solo que ellos parecen estar concientes de sus vidas, de quienes son y a donde van.
tanta gente no me deja pensar, sigo avanzando. volteo de cuando en cuando a ver mi ladrillo, cada vez que lo hago toma una forma ligeramente distinta, "se está burlando de mi" pienso un tanto disgustado; me pregunto quién soy? por qué me encuentro aquí ahora? mi mente comienza a intentar recordar sus pasos poco a poco, recorro con mi memoria primero los pasos recien dados, la caida del ladrillo... siento un golpe en el hombro por la parte de atrás, volteo y observo como voy retrodeciendo mientras todo avanza mas rápido; esto es increible, mientras mas intento recordar, más retrocedo, veo como rebobino mis pasos mientras el resto acelera el ritmo hacia adelante!! no puedo darme el lujo de llegar tarde, decido olvidar por el momento mi busqueda de las respuestas correctas, comienzo a correr de nuevo.
Parece que voy llegando, la gente se aglutina en unas entradas de lo que parece ser un estadio pero subterraneo, "justo a tiempo" pienso, ya que ha comenzado a llover. me adentro con dificultad entre la gente, avanzo a paso lento pero seguro por una de las puertas con rampas enormes que nos conducen a un incierto destino. me encuentro un rostro familiar, es un amigo de la secundaria, "vaya que has llegado tarde, pero no importa ya estás aquí" me dice apresurandome, comienzo a seguirlo aunque no recuerdo ni su nombre ni las circunstancias de nuestra amistad. "no olvides tu ladrillo" pienso mientras aferro al infeliz engañozo y burlón a mi pecho.
Al fin me encuentro en mi destino, en lo que parece ser una sala gigante de cine, consigo sentarme en una butaca a media altura del salón, recupero un poco el aliento, y de tajo se me viene a la mente una memoria, y que memoria! es el rostro suave de una mujer, tiene los labios tiernos de un color rojo ligero, su labio superior es un poco mas pequeño que el inferior; los ojos tranquilos e imnóticos; sus párpados delineados por un azul suave contrastando con sus pestañas tan coquetas; su nariz pequeña y abultada; sus orejas tiernas asoman tímidas dejando ver un par de aretes de bolita; su mejilla redondeada y de un color chapeado natural que se me antoja besarla; su fleco tapa un lado de su frente y un par de cabellos negros se escabuyen para intentar tapar uno de sus ojos cafés. no logro recordar su nombre, pero sé que tengo que encontrarla, de algún modo siento una necesidad en mi pecho que me oprime, creo que lo llaman amor.
comienzo a buscar como frenético por todo el lugar, primero con la vista, escrutinando cada rostro que alcanzo a divisar; me desespero facilmente y me levanto, le digo a mi amigo que me guarde dos lugares, y con ladrillo en mano comienzo a recorrer los pasillos, pronto me doy cuenta que no está por ningún lado, así que decido salir.
En la puerta se encuentra un tipo de proporciones medianas, luce viejo pero no cansado, se encuentra reposando en una silla motorizada; me detiene y me indica que no puedo pasar, no me preocupo en darle detalles, solo le enfatizo que debo salir. el hombre sonrie y me pide que me arrodille ante él, en ese instante mi rodilla derecha se encuentra desnuda, me niego a hacerlo, lo aparto del camino y corro rapidamente hacia la salida...
"corre, que vamos tarde!!" me repito mientras corro entre automobiles abarrotando unas calles que me son desconocidas; me detengo de tajo. de pronto vino a mi una sensación de haber vivido ya este momento, y recuerdo entonces lo que pasó, salí del cine y me encontré en el mismo lugar donde empezé. no recuerdo por qué salí de aquel lugar. volteo hacia mi derecha y de pronto me encuentro dentro de una habitación, rodeado de varios hombres, todos se comportan como si fueramos amigos de toda la vida, pero no recuerdo quienes son. de pronto entra otra persona, llorando desconsolado por no sé qué motivo, me apresuro a sentarme a un lado de él y entre todos escuchamos su pena, lo reconfortamos; yo no entendí una sola palabra de lo que dijo, pero sentí su dolor como mío. volteo a ver mi ladrillo, me viene de golpe entonces el recuerdo de una mujer, retomo su aroma por un instante y siento una leve y tierna caricia en mi rostro; tengo que salir de aquí.
después de un sinuoso bajar por unas escaleras de servicio metálicas, en las cuales me lastimé una rodilla y me golpee el codo, consigo llegar a la calle, y con el ladrillo aferrado a mi cuerpo comienzo a correr. una duda asalta a mi mente: ¿quién soy? no logro recordar nada, pero esta vez la sensación me oprime con tanta fuerza que me detengo, todo parece correr en cámara rápida, esta vez no me importa, recibo golpes de personas y carros que avanzan... o yo retrocedo? no lo sé. cada golpe va deshaciendo mi cuerpo poco a poco, como aquellas piedras hechas de tierra que comienzo a recordar de mi infancia, con las que jugaba a asustar a las lagartijas que a medio día tomaban el sol en una barda llena de plantas, en el estacionamiento del viejo edificio donde mis abuelos vivían; cada golpe que me aciertan las personas, las bicicletas, los retrovisores de los carros, incluso las moscas que vuelan a gran velocidad, es un trozo de mi cuerpo desmoronandose, y un recuerdo que logro recuperar. poco a poco voy remembrando toda mi vida, desde mi infancia en aquella ciudad ajetreada, mi familia, el paseo por el bosque de chapultepéc, el zoológico, los transportes colectivos, la calle de las bugambilias, la escuela, la mudanza, los lugares, los amigos, los recuerdos dolorosos de amores no correspondidos, las noches de juerga, los días de futbol, las guitarras, las canciones, las serenatas a mi madre y 27 madres más... pronto me doy cuenta de que queda poco de mi, ya no me puedo sostener en lo que queda de mis piernas, con cuidado me siento, recargandome en una pared que también se mueve desmoronando poco a poco mi espalda, ya no tengo mas que trozos de un brazo donde aún conservo mi ladrillo que en estos momentos me parece simpático y amigable; las memorias fluyen una a una, hasta llegar a un concierto, y ahí, por mandato mío, se detienen, y congelo la imagen de aquella mujer que en un principio recordé, y me quedo contemplando el hermoso rostro que por alguna razón me llena de felicidad, y lo hará hasta que el último trozo de mi cabeza se termine por desmoronar y ahí, en ese momento y entre tanta inmensidad, deje de existir.
corre, que vamos tarde!! el ladrillo!! carajo que vamos tarde!!...
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viernes, agosto 01, 2008
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1 comentario:
gran imaginacion, debe estar conmadre tener tanta imaginacion.
me gusto we, por una sola razon...te has plasmado en un escrito.
camara
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