miércoles, octubre 12, 2011

Noche de tu ausencia

Escenario: una cantina-bar al norte de la ciudad. Música bailable, cumbias y salsa en el ambiente. Varias mesas de jóvenes, hombres y mujeres, cantando y bailando. Es algo tarde, en una noche fresca y húmeda, de esas que se antojan estar "empiernado" con alguien. Volteo a ver a mi acompañante, un compañero de trabajo y amigo, que se la ha pasado toda la noche viendo a una "wera" que le ha gustado. Del otro lado de la mesa se encuentran tres mujeres, de buen ver (y mejor tocar diría yo en otras circunstancias, no hoy), las tres solas y con muchas ganas de bailar. El ambiente entero se antoja de conquista.
Vine a escuchar al grupo, específicamente al guitarrista, un amigo del alma, un hermano para mí. No quize estar en mi casa solo, con esta melancolía y este amargo sabor de boca que me acompaña desde ayer. Jaime me acompañó, es 7 años menor que yo, pero actúa como si tuviera 15 años. Es noble, por eso me cae bien, me recuerda a mí cuando tenía su edad: inocente y tímido, con lo que coloquialmente decimos "toda la leche dentro" pero sin dejar a un lado su nobleza. Llevo 30 minutos tratando de convencerlo de que la invite a bailar, a la güera; continúa diciendo que no sabe bailar. "Dile que te enseñe" le insto, a fin de cuentas el "No" ya lo tiene ganado, no pierde nada y puede ganar mucho.

De ganar o perder, de eso se trata la vida. Aunque en lo particular pienso que no existe el "perder", ganas y ganas, aunque no siempre lo paresca. Así me acerqué a tí, con mi vida envuelta en papel celofán, con el "No" ya bien ganado. Confieso haber vacilado muchas veces. Tenía meses queriendo invitarte a bailar, pero no se había podido dar la ocasión; y justo cuando estaba dándome por vencido (no es usual en mí, fue de esas derrotas antes de comenzar a luchar, de esas que duelen hasta el tuétano), justo cuando creí que ya no tendría oportunidad, fue ahí que me animé, y mi sorpresa fue mucha al escucharte decir "Ok, nomás deja me arreglo, dame 30 minutos". 30 minutos de ansiedad, los más tortuosos que he tenido en mi vida. Tanta fue mi angustia y mi impaciencia que llegué 10 minutos antes. Y saliste, radiante y hermosa como un amanecer, imprimiendo una esperanza en mí, como el alba para cualquier hombre que planea conquistar el mundo en ese preciso día. Y no era para menos, pues en ese momento que te ví supe que quería conquistarte, quería estar contigo.

El grupo estaba por terminar de tocar y Jaime no se animaba. Yo tampoco, no quería, preferí disfrutar de mi cerveza y estudiar las canciones que el grupo tocaba. El grupo terminó. Carlos, mi amigo guitarrista, se acercó y terminó su cerveza con nosotros; le dijo a Jaime lo mismo que llevaba diciéndole desde que mostró interés en la güera; sabrá Dios qué mosco le picó, pero se animó: se levantó a platicar con la amiga de la güera, acto seguido la amiga se la presentó y bailaron, o al menos Jaime lo intentó, en verdad no tenía mucho ritmo para bailar mi compadre, pero era lo de menos. Carlos me preguntó si lo ayudaba a sacar a bailar a una chava que estaba ahí, bailando con otras amigas de ella. Me negué, con el pretexto de que ya me iba. El problema de dar pretextos es que tienes que seguir la corriente del mismo, aun cuando Carlos sabía que no era por eso por lo que me negué a ayudarlo en su empresa, yo debía marcharme, no por prisa, sino por tristeza. Carlos entendió, es mi hermano y sabe por lo que paso. Me despedí de él, volteé para despedirme de Jaime pero no quize interrumpirlo, tanto trabajo que le costó.
Enciendo el auto, salgo del estacionamiento y viajo a una velocidad moderada rumbo a mi hogar, donde me esperan un par de cervezas y una computadora, esperando por mi atiborrante clickeo y tecleo.
Un sitio, éste sitio, me reclama constantemente, me pregunta cada vez que lo visito -¿Por qué llevas años sin escribir aquí?- Soy de ganas, soy de impulsos y soy visceral, para escribir necesito un motivo fuerte. No lo había tenido hasta hace un par de semanas. Me sorprendió cuando comencé a escribirte analogías, primero en un papel que te llevé a tu casa, luego en un par de mensajes de texto por el celular, algún verso por el "chat" de internet. Me quize engañar, no quize darle importancia, no quería aceptar que te estabas convirtiendo en algo demaciado importante para mí.
Ya es tarde, las 02:55 horas marca mi reloj, y yo aquí, terminando de escribir mi noche, una noche de melancolía, que bien pudo terminar en fiesta, pero para qué quiero yo fiesta, para qué quiero besarme atrás de un bar con cualquiera que se deje. A veces pienso que mi vida sería más fácil si tomara ese camino, pero no, no acostumbro el camino fácil, me gusta lo difícil, porque usualmente es lo que realmente vale la pena.
Se me termina mi cerveza, mañana debo trabajar temprano, otro día más con el recuerdo de tus manos sobre las mías, de tu aroma que esta noche tanto deseo, de tu mirada penetrando en mi alma, de tu sonrisa iluminando mi noche de melancolía. Otro día más sin ti.

Sabes que estás enamorado cuando, entre un bar con conquistas, o una cerveza en tu casa escribiendo lo mucho que la extrañas, elijes escribir estas lineas de madrugada, esperando que tus ojos vean impreso en estas letras mi corazón.

Y tu ser sigue impreso en mi deseo, y mi deseo sigue con la esperanza de algún día merecer tenerte en mi vida.

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