de dibujar laberintos en los campos de mi corazón
y colocarte en jardines inmensos, sin mapa alguno,
para que no puedas hallar la salida,
para que te quedes hasta el fin de mis días.
Me confieso culpable:
de mirar constantemente la foto de aquella noche
y suspirar con esperanza, cerrar los ojos y soñar
para que esa noche de nuevo viva
para robarte el beso que no me atreví.
Me confieso culpable:
de ser un loco enamorado, un cursi, soso y raro
que apuesta todo en su locura,
para pensarte a cada instante, a cada rato,
para olvidar la triste cordura de la ausencia de ti.
Me confieso culpable:
de escribir tu nombre junto al mío, constantemente,
adornarlo con corazones flechados y cupidos alados
en la parte posterior del cuaderno de mi alma
para imaginar que al menos nuestros nombres se aman ahí.
Me confieso culpable:
de ser un músico tormentoso, un poeta inestable y loco
que escribe a granel sentimientos bienintencionados
con el único propósito de robarte
una sonrisa, un sentimiento de alegría, de amor.
Me confieso culpable:
de portarme como infantil enamorado contigo
y escribirte lo que siento en un rincón, para sentir
que mis letras tienen vida y que,
al menos ellas, consiguen quedarse en tu vida.
Me confieso culpable:
de ser un soñador algo frustrado, con el delito de este amor;
de besar tu nombre todo el día, de acariciar tu recuerdo
me confieso culpable y no lo niego,
porque en mi delito está mi sentencia
y el olvido en el que caigo, el dolor de tu ausencia
encuentro mi triste penitencia.
Plata.
para M... la mujer por la que una y mil veces cometería el crimen de tener este amor.
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