Tuve un sueño, como ningún otro. Estaba no sé donde, algún lugar como cualquiera, con las cosas en sus sitios, las personas caminando al rededor, un lugar como cualquier otro. Árboles, uno que otro perro callejero, una señora, un niño de uniforme, su hermana mayor pasando, lo normal. El sol de medio día no calentaba, había algo de nubes que de cuando en cuando lo tapaban, pero el aire frío que dominaba el ambiente hacía que fuera lo mismo con o sin nubes. Y en este lugar, común como cualquier otro, con las cosas por donde sea, la gente por doquier, como un escenario teatral desarreglado, sin ningún órden específico; en este lugar, de súbito, estabas tú. Te fuiste acercando a mí, y al tiempo que lo hacías lentamente todo lo que me rodeaba comenzó a moverse, a tomar cierto órden; como un libro didáctico, de esos que tienen pestañas y que al moverlas alguna figura hace su aparición en la escena del libro, o producen que en la página que se lee primero sea de noche y al moverlo hacia la derecha sea de día, así todo lo que nos rodeaba poco a poco comenzó a tomar su lugar. El niño con uniforme se fue acercando a su hermana hasta tomarla de la mano, un perro cmoenzó a caminar de costado hasta llegar a la correa que estaba suspendida en el aire, pero no por mucho porque, de forma casi sincronizada, su dueño fue embonando en el otro extremo de la correa; los autos, que flotaban sin dirección, fueron aterrizando y en fila comenzaron a avanzar; los árboles eran puestos en su lugar y el viento comenzaba a jugar con sus hojas; las nubes, que parecían algodón, comenzaron a formar figuras en el cielo; todo fue tomando un lugar y una dinámica ahí, en aquel lugar como cualquier otro.
De repente, cuando te tuve en mis brazos, poco a poco te fuiste acercando, tu rostro se iluminó al tiempo que se aproximaba al mío; y ahí, en aquel lugar igual a otros, tus labios y los míos comenzaron a cosquillear, como si fueran imanes nos llevaron a acercarnos poco a poco, tratamos de detenerlos y lo conseguimos, cuando solo estaban a dos centímetros el uno del otro. Nuestras narices se acariciaban sin pedirnos permiso. Una energía extraña comenzó a formarse en el pequeño espacio entre tus labios y los míos. De repente se empezaron a oir chispas, pequeños átomos chocando unos con otros en aquel diminuto espacio, era un mini bigbang, la creación de Dios mismo estaba ocurriendo en ese pequeño rincón del universo. Era magia pura, el momento fue así, mágico. Procuramos no movernos ni un milímetro, para disfrutar de ese milagro que tenía lugar ahí, en un lugar como cualquier otro.
La magia fue mucha, hubo una implosión intensa y la tracción de la misma provocó que nuestros labios se unieran. Al principio no supimos qué hacer, pero la misma energía mágica de aquella implosión comenzó poco a poco a mover los labios de ambos, suavemente comencé a besar tu labio superior, nuestros labios comenzaron a danzar, alcancé a probar con mi lengua tu labio superior, luego el inferior, y saboreé la dulce miel del nectar de tu boca, sabía a gloria, a milagro, sabía a el más maravilloso amanecer.
Fue en ese instante cuando percibí de una forma extraña lo que pasaba a nuestro alrededor: todo, absolutamente todo lo que nos rodeaba se convirtió en cartón, se quedó inmovil como un teatro para títeres, incluso los hilos se podían ver sosteniendo a las aves que dejaron de cantar, los árboles ahora eran de papel maché, las personas eran solo de madera y se quedaban fijas, inhertes, como si el titiritero se hubiera ido por un café, dejando al sol de cartulina pegado al fondo de el cielo de cartón, junto con las nubes de algodón y los pájaros pendiendo de un hilo y que su único movimiento era pendular debido al ligero viento que había en el lugar. Todo a nuestro al rededor, mientras nos besábamos, se quedó quieto, para observar el milagro de nuestro amor, y lo único que predominaba, a parte de nosotros, era una música alegre de fondo, como sacada de una película de amor de los 50's. Yo quería tomarte, ahí mismo, frente a los títeres de madera, al escenario de cartón, frente al sol de cartulina y los árboles de papel maché, quería tomarte entre mis brazos y hacerte el amor, amarte como nunca nadie ha amado a una mujer.
De pronto, sin atinar a evitarlo tus labios se alejaron de los míos. De golpe todo volvió a la normalidad, a la terrible cotidianeidad, el tiempo siguió su curso. El ir y venir de la gente, el ruido de los autos y las personas pasando, un perro ladrando, y todo siguió en su lugar en este lugar como cualquier otro lugar. Fue tan tajante el cambio que creí haberme imaginado todo, tu silencio me hizo darme cuenta que quizá solo había soñado despierto...
jueves, noviembre 10, 2011
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